viernes, 24 de agosto de 2012

VOTANDO POR EL MENOS MALO


Publicado el 2/11/2011 en www.elsolweb.tv



Por Jairo A. Cárdenas A.

Una vez más los colombianos han depositado sus ilusiones, necesidades y futuro en pequeñas urnas de cartón. Gobernadores, alcaldes y concejales serían electos por más de treinta millones de ciudadanos aptos para votar a lo largo del territorio nacional.
Lastimosamente en éste país de Alzheimer político, sólo el cincuenta por ciento ejerce su derecho a votar. Mientras que algunos acuden a las urnas por amor a la democracia, por convicción y porque ven en algún líder político la oportunidad de un mejor futuro. Otros lo hacen porque ven en su voto el valor del dinero, y lo venden al mejor postor en una especie de prostitución electoral.
Hay que aclarar que en Colombia la clase política se divide en tres: los más comunes son los políticos que al llegar a un puesto público no hacen una labor significativa para el bienestar colectivo. En cambio empiezan a llenar sus bolcillos desviando dineros, cobrando comisiones para adjudicar licitaciones y presentando proyectos cuyos presupuestos están más inflados que sus propios egos.

 El otro tipo de político es aquel que no se queda con todo el pastel. Invierte en salud, educación, vivienda, infraestructura, malla vial, etc. ¡eso sí! Por cada proyecto que realiza el treinta por ciento del presupuesto termina en sus bolcillos. Pero por lo menos se le abona el detalle de hacer algo.
El ultimo espécimen en la fauna política colombiana es “el eslabón perdido”. Elecciones tras elecciones los colombianos lo buscan desaforadamente, pero hasta el momento no hay indicios de su existencia. Este raro espécimen es el político que sobrepone los intereses colectivos a los individuales. No se adueña de un solo peso público e incluso saca del bolcillo para que su pueblo no se duerma sin cenar. En todas las campañas nos venden este modelo, pero una vez instalados en el poder pelan el cobre y descubrimos que votamos por un enjambre de promesas rotas.
Con todo y eso, este 30 de octubre miles de ciudadanos se movilizaron a las mesas a participar en la llamada “gran fiesta electoral”. La única fiesta donde usted no paga cover, al contrario, se lo pagan dependiendo de por quién vaya a votar. De resto todo es semejante a cualquier fiesta; largas filas para entrar, solo mayores de edad pueden ingresar, no se permite la entrada de licor, solo el que se toman los miembros de la registraduria nacional; y como en toda fiesta, nunca faltan los despistados que llegan cuando ya se está cerrando y empiezan a pelear con el celador.
Las puertas de los centros de votación se abrieron a las 8:00 AM. A paso lento pero seguro se empezaban a formar las tradicionales filas, un dechado de sueños e ideologías. Jóvenes que perderían su virginidad electoral, ancianos que llevaban anotado en un pequeño papel el nombre y el número de su candidato, hombres decididos a imprimir con furia una X que cambiara el mundo, mujeres indecisas que votarían por el n° 1, haciendo la fila lo cambiaron por el n°2, decidieron hacerlo por el n°3 y votaron por el voto en blanco.

A las 4:00 PM se cerraron las votaciones. Todos los que dejaron para última hora, corrían con la esperanza de alcanzar a votar, pero ya no había nada que hacer. De pronto si madrugan lo podrán hacer dentro de cuatro años.

Ya con las urnas cerradas los jurados empiezan a hacer su trabajo. Rompen uno a uno los votos que quedaron sin llenar. Miles y miles de hojas desperdiciadas. Es hora de implementar el voto electrónico para darle una mano al medio ambiente. Luego del hojicidio, llega lo más esperado. Se abren las urnas y se cuentan los “diez” votos que hay en la mesa… o treinta… o cincuenta… o bueno, en el mejor de los casos cien votos de trecientos inscritos en ese puesto.

Antes de las siete de la noche, las ciudades y departamentos de Colombia ya sabían el nombre de las personas que los gobernarían desde el 2012 hasta el 2015. O antes si alguno es destituido por alguna razón. Nunca se sabe.

En Bogotá el candidato Gustavo Petro se alzaría con la victoria tras vencer con un 32% a sus competidores directos Enrique Peñalosa y Gina Parody con 25 y 17 por ciento respectivamente. Para Petro ser alcalde de Bogotá se convierte en un arma de doble filo; un trampolín que lo impulse a la presidencia de la república o un cementerio político en caso de hacer una mala administración. Ahora tiene por delante un gran examen, una ciudad que quedo en ruinas luego del paso del huracán Samy.

En Cartagena no hubo sorpresas. Campo Elías Terán pasó de gritar “mandarinosqui” en la radio local, a ser el nuevo alcalde de la ciudad. El 54% de los electores cartageneros respaldaron al periodista contra un 18% de su rival más cercana María del Socorro Bustamante.

El mayor trabajo de Campo Elías será el de reubicar a todas las personas víctimas del invierno en Cartagena, la desigualdad social, concluir con éxito los trabajos de Transcaribe, mejorar la movilidad de la ciudad, el mejoramiento de la red de alcantarillado, promover el desarrollo económico, combatir la inseguridad, la recuperación del espacio público y del medio ambiente en zonas como Basurto y la ciénaga de la virgen. Además deberá seguir con el proyecto de luchar por una sola Cartagena, porque al final del mandato de la alcaldesa Judith Pinedo ya no se divide en ricos y pobres. Ahora se divide en ricos, pobres y extremadamente pobres.

Suerte a Campo Elías, Gustavo Petro y todos los alcaldes y gobernantes electos. Que Dios los bendiga y cuide. Pero más importante aún, que Dios nos bendiga y cuide a nosotros.

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